La concepción de la enfermedad y de los cuidados de las personas en situación de dependencia va cambiando. En este nuevo camino se plantea si ciertas medidas restrictivas, como el uso de contenciones en los centros, puede reducirse para conseguir este objetivo. En este nuevo modelo enfocado en la Atención Centrada en la Persona, por el que la consejería de Política Social y Accesibilidad ha venido apostando, se prioriza la autonomía y la libertad de elegir de las personas atendidas.
Un gran número de personas que se encuentran en los centros de mayores o en los centros de personas con discapacidad padecen demencias y presentan alteraciones de la conducta, lo que conlleva que haya un porcentaje bastante alto de personas a las que se les aplican medidas de contención física y química en los centros. Las contenciones pueden ser físicas, como los cinturones pélvicos que te cogen entre las piernas y la cintura para evitar que te levantes, y químicas, que serían los fármacos que reducen la movilidad de la persona e inhiben sus actividades para evitar que se lesione a sí mismo o a las personas que lo rodean. Estas medidas, que se han utilizado tradicionalmente para evitar que las personas se cayeran o se hicieran daño, se han venido cuestionando dentro del sector.
Alejandro López, el director del Centro Sociosanitario El Pino, centro dependiente del Instituto de Atención Social y Sociosanitaria del Cabildo de Gran Canaria y gestionado por el Grupo ICOT que ha obtenido la certificación como el primer centro libre de sujeciones físicas y químicas, explica que se estaba generalizando el uso de las contenciones y que por eso se plantearon adoptar este modelo. Cuenta que cuando llegó al centro se encontró con que la mitad de las personas estaba atada y que el proceso de descontención ha sido largo y duro. “Empezamos en 2014 con más de cien personas atadas; algunos dormían atados en la cama para que no se hicieran daño. Ahora no hay ninguno”, añade. Este proceso ha implicado una transformación ingente tanto en el mobiliario como en la disposición de los espacios para adaptarse a las necesidades de cada persona.
Después de regular las sujeciones físicas, enfocaron la atención en la medicación y se dio cuenta de que muchas personas en el centro estaban sobremedicadas. “A una persona que tiene un síndrome depresivo se le puede dar un antidepresivo. Pero teníamos que buscar también otras alternativas”, señala. Una de esas alternativas puede ser adaptarse a los horarios del usuario. “Si una persona ha sido medicada a las 8 y ha dormido siesta, puede acostarse más tarde o levantarse, tomarse un vaso de leche y volver a acostarse”, añade.
Este cambio requiere personal formado y un cambio en la organización del trabajo, además de un cambio de mentalidad. El director de El Pino explica que al principio se encontró con la resistencia del personal y de los familiares porque pensaban que iban a caer y porque suponía un cambio total de las rutinas de trabajo. Los resultados son esclarecedores ya que en estos cuatro años no ha aumentado el número de caídas y personas que antes no se comunicaban, ahora hablan. “Estamos hablando de una revolución y de otro concepto de cuidar”, añade.
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Centro Sociosanitario El Pino
Calle Tomás Morales, 122, Las Palmas de Gran Canaria
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