Durante toda su trayectoria laboral, Ceferino Marrero se ha dedicado con pasión y con confianza a su trabajo, ayudando en lo posible a los demás. Esto ha hecho que se relacionara con cariño y optimismo con sus compañeros de profesión, así como con todas las personas con las que se ha cruzado en el camino en estos 42 años que ha pasado en el Instituto de Atención Social y Sociosanitaria.

Hace 42 años que Ceferino Marrero Suárez empezó a trabajar en el Instituto de Atención Social y Sociosanitaria. Siempre fue un luchador innato que defendió los derechos y los deberes de los trabajadores. Así lo reflejan sus compañeros en una carta que le escribieron como homenaje a su larga trayectoria laboral. “Llegó en 1974 con enormes ganas de trabajar. Ceferino llegaba con su maleta y siempre sacaba de allí algo sorprendente para conseguir mejoras sociales y laborales para todos”. Ahora que se ha jubilado asegura estar muy orgulloso de su paso por el Instituto AS.

Compartimos un café en una terraza mientras cuenta con énfasis cómo llegó a parar en el Instituto AS. “Fui miembro del Consejo de Administración del Órgano de Gestión de los Servicios Benéficos Sanitarios Insulares, ahora Instituto de Atención Social y Sociosanitaria. Poco después decidí presentarme como independiente para defender los intereses de los trabajadores”. Trabajó en el Hospital Insular, en San Martín, San Roque de Guía, en el Dermatológico, en el Psiquiátrico y en el Petete, un centro de toxicomanía poco conocido. En el Hospital Psiquiátrico desempeñó funciones como Técnico Superior de Integración Social. “Los psiquiátricos en ese momento estaban llenos de personas que tenían diferentes patologías (alcohólicos, toxicómanos…). Con la reforma psiquiátrica se consiguió que los centros no fueran un cajón desastre. Fue una lucha muy compleja y bastante dura”. Una lucha en la que participó y con la que fue crítico porque, explica, “entendía que para trasladar a ese tipo de usuarios había que crear alternativas”

Desde los años 80, Ceferino lideró numerosos encierros, huelgas y manifestaciones hasta conseguir una equiparación salarial con el personal de la Seguridad Social. Ha participado activamente en algunos de los hitos más importantes en la historia del Instituto AS como la firma del convenio que equiparaba las condiciones de los trabajadores del Instituto AS a las del personal del Cabildo. Las negociaciones empezaron en el año 2000, época en la que las jornadas de los miembros del comité a veces se alargaban hasta el amanecer. Y, aunque a veces decaían las fuerzas, Ceferino siempre tenía una palabra de motivación para continuar en la lucha. Poco a poco se fueron estableciendo funciones según las categorías. Sus compañeros auxiliares dejaron de hacer tareas que no eran propias de su categoría como fregar la loza de los pacientes, trasladar la ropa sucia a la lavandería o montar los comedores; todo un logro para mejorar la calidad de vida del personal y de los usuarios.

“Siempre he sido una persona bastante inquieta y algunas personas me criticaban de paternalismo. Si paternalismo es defender a los usuarios y de paso a los trabajadores también, pues ese es mi lema de toda la vida”, dice. Ya está terminando la entrevista y le preguno por los retos conseguidos y los retos de futuro. Ceferino me explica que quedó y queda mucho por hacer dentro del Instituto, «pero es verdad que se ha dado un paso importante. Se ha conseguido aumentar el presupuesto; se han abierto numerosos centros de todo tipo; se han conseguido subvenciones del Gobierno de Canarias o la participación de los Ayuntamientos… Ahora lo fundamental es continuar con la labor que se está haciendo». Me cuenta que hay algo que a él personalmente le quedó por hacer antes de jubilarse, «un reto que me quedó es buscar una forma de conseguir una estabilidad para la plantilla de trabajadores de la manera en que está recogido en el convenio colectivo. Es complejo pero se puede conseguir».

Entre llamadas de teléfono me dice, entre risas, que aún no se he desconectado totalmente y que buscará algo en lo que se sienta realizado «porque uno quieto no se puede quedar».